viernes, 9 de abril de 2010

EL PERFUME, EL ARTE DE LA MODALIDAD SENSORIAL

La obra literaria “El Perfume” del alemán Patrick Süskind, en la cual se narra la historia de un que se cría en un ambiente lleno de limitaciones así como la falta de sus padres, siendo rechazado por todo el mundo, salvo por una nodriza que lo crió. Este niño llamado Grenouille, tenía características especiales ; unas de ellas era la nariz, ya que esta era la más fina que pudiera pensarse; y no por sus huesos, sino a la capacidad para captar olores, desmenuzarlos, emborracharse con ellos, percibirlos a kilómetros de distancia. Y otra característica es que este niño no tenía olor propio, no podían las personas percibirlo porque en sí era como si no estuviera nunca ahí.

Al trascurrir el tiempo y al ser ya un joven, tiene varios empleos hasta que comienza a trabajar en una perfumería como aprendiz, en donde gracias al increíble desarrollo del olfato y al almacenamiento de los olores en su interior (y la mezcla de éstos entre sí), crea los más exquisitos perfumes; pero con una obsesión en mente: conservar la belleza de los olores, especialmente el de las mujeres. Convirtiéndose así en un asesino de bellas jóvenes, a las cuales les quitaba su olor para hacerse su propio olor humano. Después de cometer 25 crímenes, Jean es detenido y condenado a sufrir 12 terribles azotes con un vara de fierro, pero termina siendo devorado por un grupo de personas que se ve atraído por su perfume.


Es fundamental reconocer el campo de los sentidos como es el área de la atención estética por medio de la modalidad sensorial, ya que se ha tratado de incluir la vista y el oído como aceptables, y de excluir el olfato, el gusto y el tacto como inaceptables para la atención estética, pero esta tendencia parece abocada también al fracaso.

Que mejor ejemplo que la obra del perfume, en donde su protagonista nos muestra el concepto de belleza, el cual es desarrollado con el olfato, ya que el cerebro se sirve de estos sentidos para recordar experiencias y asociar ciertos olores a momentos dulces, ya que podemos gozar de sabores y olores exactamente lo mismo que de imágenes y sonidos; por sí mismos o, si se prefiere, por el goce que nos procuran.

Es muy importante reconocer que las obras y el efecto estético, al trasformar un pasado espacial y temporalmente creciente en presente vivido sin pretender quitarle el carácter de pasado, despiertan y desarrollan en el hombre la autoconciencia de humanidad, la cual es al mismo tiempo su conciencia de vivir en un mundo que es el suyo propio, que él mismo ha creado y no dejará nunca de crear como parte que es de la humanidad. La evocación estética del pasado es pues la vivencia de esa continuidad, no la conciencia de lo «universal humano» supuestamente supratemporal.

Así mismo también la forma y el contenido del arte, su conformación y su efecto, pertenecen a esa continuidad: el arte consigue fijar los momentos (hombres y destinos, causas y ocasiones, reacciones emocionales a todo ello, etc.) que encarnan en su singularidad individual esta vinculación indisoluble con lo general y permanente, los momentos en los cuales se hace inmediatamente evidente que el hombre no sólo reconoce en este contexto su mundo propio, el coproducido por él, esto es, por la humanidad de la que es parte, sino que lo vive además como tal mundo propio; el arte los fija para toda la humanidad como momentos de su evolución, como momentos de la hominización del hombre.


Siendo así el arte, el acto a través del cual el hombre expresa lo palpable y lo invisible, el resultado de la sensibilidad de un artista reflejada en un soporte. El arte es el acto a través del cual el hombre expresa lo concreto y lo abstracto, lo palpable y lo invisible, es también el conjunto de obras artísticas, siendo una obra de arte el resultado de la sensibilidad de un artista reflejada en un soporte, su esencia, su anhelo de plasmar para la posteridad su particular forma de ver la vida.[1]

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